Hay
1880 días entre esta antigua y la nueva que postié el otro día... pero veo que mi estilo no ha variado tanto... tal vez porque sigo siendo el mismo cuando me deprimo, o tal vez porque la forma literaria de expresarme maduró y se estancó.
De todas formas, no me pasa como con aquellos escritos más de puber, en los cuales no me reconozco ni hallo. En este sí. Y como duele eso, duele el aprender y entender lo que me pasaba por aquellas épocas.
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Fecha: Jueves, 27 de Marzo de 2003 01:19 a.m.
Pasada medianoche,
y mis ojos no se cierran.
La pregunta es,
¿quiero que se cierren?
¿Cuántas civilizaciones ya
han descripto a la muerte como un sueño?
A veces pienso que,
cuando nuestros párpados se caen,
es una señal de la agonía de nuestra mente
buscando el reposo de su muerte diaria;
un simple adelanto de la agonía
de cuando nuestro cuerpo
necesite ese descanso.
¿Por qué el silencio
es tan fascinante en su nada?
Me estiro buscando un sonido, uno solo;
que me desilucione rompiendo
mi silencio.
¿Por qué los seres humanos
somos tan generosos con nuestro silencio?
Somos capaces de hablar y hacer ruido
incesante, imparable, estúpido
sobre toda trivialidad al alcance
pero nunca de decir aquello
que realmente queremos decir
que sentimos decir, que nos morimos
por decir. O hacer, tal vez.
Nadie rompe verdaderamente ese silencio
por eso prefiero no pensar y ser sincero
en cada respuesta, y cada reacción.
Por eso debe ser
que hablo de más, cuando y donde
no debería; aunque a nadie le importe
no quiero morir en silencio.
Tantas cosas me he muerto ya
o me han matado, por no decirlas.
¿Qué me mantendrá con vida
lejos de este sueño, esta muerte?
El dolor es una forma, el físico
le recuerda a mi cuerpo
que aún funciona; el del alma
le dice a mi mente:
¡No descanses!
Lo peor aún está por venir.
¡Vive!
Que tal vez mañana
sí sea un buen día
distinto de ayer y de pasado
donde no solo dirás
todo lo que deseas;
sino que también el mundo
se dignará contarte su verdad.
Hay esperanza en el dolor, entonces.
Pero también en el placer.
Ese placer que te mantiene
expectante, queriendo más;
que maldices cuando se termina porque
solo queda agonía sin él. O Ella.
Y sigo enfrente de un teclado
y el sueño se me escapa.
Quiero que me reclame a su infierno
y a las sábanas tan parecidas a mortajas
y a la inacción tan parecida a un cajón.
Acolchado.
Comparto mi cerebro con tus retinas
porque tal vez te parezca entretenido;
y por eso llegues al final.
Al final de todo. De esto. De mí. De vos.
El final de uno mismo es el comienzo
de más de una persona.
El final de algo que significa más que uno (o una)
suele ser el renacer de un ser único.
¿Aún te parezco divertido?
Aunque nunca me hayas considerado así.
Aunque nunca hayas pensado que soy de carne
y hueso
y sueños
y nacimientos
y muertes
y manos
y piel
y labios
y sentimientos
y sangre
y lágrimas secas
y suspiros
y yo
y vos
y todos.
Todos compartiendo, en este momento
la muerte de pensar sin pensar
en las tierras de Morfeo.
Dulces Sueños
Que Descances en Paz.
Que no sufras mucho.
Adiós.
Me voy a morir.
Como siempre lo he temido.
Solo en la soledad de mi millón de mentiras.
Un beso, buenas noches!
E.